El Despertar
Cómo salir de la depresión colectiva
José Agustín Ortiz Pinchetti
Vivimos una depresión colectiva por el impacto de una múltiple crisis. La depresión puede ser no sólo un problema personal, sino un fenómeno social. Un desastre nacional. Puede crear una atmósfera depresogénica. Como la depresión es contagiosa, puede extenderse como epidemia.
Pero la depresión es saludable, tiene un poder creativo. Nos obliga a ver lo que está mal en nosotros y nos impulsa a corregirlo. Salvo que queramos regodearnos en el fracaso, tenemos que afrontarla y superarla.
¿Podemos ser optimistas? Sí, México es una nación poderosa: la séptima economía del mundo; con 2 millones de kilómetros cuadrados, todos los climas y riquezas minerales; inmensos litorales; una frontera de 3 mil kilómetros, con el mayor mercado del planeta; con una población de 107 millones, densa, pero no excesiva; un pueblo joven, trabajador, disciplinado e ingenioso, generoso y noble. Nuestros pasivos: una oligarquía rapaz, maridaje de políticos corruptos y potentados insaciables. Y una casta de administradores que han debilitado voluntariamente nuestra soberanía y han entregado las palancas de control del Estado y la economía a monopolios privados.
La prueba histórica: México se ha levantado del lecho de enfermo agónico. Después del desastroso periodo formativo, reyertas civiles, la mutilación del territorio y varias intervenciones extranjeras, fundó el Estado moderno, y después de 20 años de las devastaciones que originó la Revolución, lo reorganizó. De 1932 a 1982 creció 6 por ciento, como ninguna otra nación. “Con frecuencia olvidamos que el México contemporáneo –escribió López Cámara–, cualquiera que sean sus lastres del pasado y sus carencias sociales, ha modificado por completo una realidad que no hace mucho sólo podría presagiar una verdadera catástrofe nacional”.
Para recuperarnos tendremos que completar la transición a la democracia y dejar atrás el neoliberalismo, controlar la corrupción y los monopolios, fortalecer nuestra soberanía para volver a crecer y empezar a repartir.
Para lograrlo necesitamos un agente político, y he aquí una confidencia: cuando me siento deprimido por la decadencia general, me voy a trabajar en la formación de los comités en el movimiento que encabeza AMLO. Al constatar cómo centenares, miles de hombres y mujeres quieren servir sin mayor retribución que trabajo duro, dignidad y capacitación, y cómo se multiplican las células, al grado de que ya son más de 7 mil en una red en toda la República, cualquier desánimo se evapora. Y dígame, amigo lector, ¿usted qué hace para salir de la depresión colectiva?
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