Belem*
Arturo Alcalde Justiniani
La imagen del sindicalismo frente a la sociedad es negativa. Así lo acreditan las encuestas que lo ubican, junto con policías y legisladores, en los peores lugares de popularidad. Esa percepción deviene de los vicios de control y corrupción en que incurren líderes, que lo han convertido en negocio. El imaginario público suele vincularlo con personajes como Carlos Romero Deschamps, del gremio petrolero, o Víctor Flores, del ferrocarrilero, lo que con toda razón causa rechazo popular. Basta ver sus lujos, guaruras y desplantes para entenderlo; sin embargo, hay otro mundo posible: el verdadero sindicalismo, reconocido como un medio privilegiado para construir equidad, justicia social y concertación productiva.
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