8 de marzo
Día Internacional de la Mujer Trabajadora
Comisión de la Mujer del Partido Obrero Socialista
A pesar de los intentos por institucionalizar esta fecha y convertirla en una "celebración" que exalta los supuestos atributos femeninos asociados a la opresión, como la sumisión y la abnegación, el 8 de marzo es un día para movilizarnos y salir a las calles a evidenciar todas las problemáticas que aquejan a las mujeres, especialmente a las trabajadoras.
Esta es una fecha para levantar nuestras voces y gritar que tenemos derechos, y que estamos dispuestas a luchar porque estos sean reconocidos. También es una fecha para elevar nuestras voces por todas aquellas mujeres que han sido acalladas por la violencia de género, por las que han sido perseguidas por luchar y por las que no han podido salir con nostras a tomar las calles debido al machismo y la opresión.
Este 8 de marzo de 2011 salimos para recordarle a los poderosos que no estamos dispuestas a permitir que nuestras hermanas sigan siendo víctimas del feminicidio. En el estado de Chihuahua, el 2010 fue el año más violento para las mujeres. Durante ese año, una mujer fue asesinada cada 20 horas, dando un total de 446 víctimas.
En este día exigimos que se castigue con cárcel a los culpables de los feminicidios. Cuando hablamos de culpables, nos referimos no sólo a los asesinos, también a funcionarios públicos de todos los niveles, políticos y gobernadores (incluyendo a Felipe Calderón), que protegen a los asesinos, que promueven el machismo y violentan a los familiares de las víctimas, o a esos que con su indiferencia y silencio se convierten en cómplices de los criminales. A todos esos los queremos en la cárcel.
Señalar culpables no es suficiente. El feminicidio es una problemática con diferentes dimensiones. La más obvia, la alianza de los gobiernos estatales y federal con grupos criminales, que les dan la impunidad para matar y torturar mujeres. Juegan en esto un papel importante políticos y gobernadores, que legislan en contra de los derechos de las mujeres y que promueven leyes hechas a la medida para quienes generan violencia; por ejemplo, hay estados en los que aún es un atenuante en casos de homicidio el que la víctima sea cónyuge o concubina del asesino, máxime si se presume adulterio por parte de la mujer; o bien, gente como Peña Nieto que se negó a reconocer los altos índices de feminicidios en la entidad que gobierno, porque la sangre de mujer puede empañar su ascenso a la presidencia, y prefirió negar a las 922 mujeres que han sido asesinadas durante los 5 años de su mandato. Otro caso que pone en evidencia que el gobierno mexicano ha institucionalizado el machismo, es el del gobierno de Chihuahua. Manuel Salas, fiscal general de justicia de ese estado, declaró que Susana Chávez prácticamente era responsable de su homicidio.
Las condiciones económicas generadas por el sistema capitalista son especialmente onerosas para las mujeres de la clase trabajadora. Hoy miles de mujeres se ven obligadas a salir de sus lugares de origen para buscar el sustento, y deben trabajar en zonas que no garantizan ni las más mínimas condiciones de seguridad y que además, les pagan una miseria por horas y horas de trabajo. Estas mujeres son las que escogen los asesinos, porque para los gobiernos y empresarios son mano de obra que gracias a la crisis económica, se repone con facilidad.
Vivimos en una sociedad en la que la mujer es ciudadana de segunda, en la que es permitido hacer chistes sobre nuestro cuerpo, hablar sobre él, tocarlo en el transporte pública y en el caso del feminicidio, puede ser mutilado, violado y asesinado. Este machismo es alentado por los políticos y jerarcas de la Iglesia, que nos niegan nuestro derecho a decidir, o que como Egidio Torres Cantú, gobernador de Tamaulipas, prohibió a las empleadas del estado utilizar escotes, minifaldas y pantalones entallados, porque las víctimas son las culpables de su propia tragedia.
Lejos de impulsar acciones que detengan esta problemática, se ha desatado una persecución en contra de las luchadoras sociales. Y de esto da cuenta la terrible historia de Josefina Reyes y su familia, o la de Marisela. No sólo se permite que sean atacadas y que sus familiares sean perseguidos y violentados, sino que además, estamos en un estado de criminaliza la lucha social, como en el caso del compañero Miguel Márquez, del SME, o en el caso de Susana Chávez que pasó de víctima a persona sospechosa de andar en malas compañías.
Hoy el eje de nuestro actuar es el feminicidio, pero no podemos dejar de lado la lucha porque el aborto sea legal y gratuito en todos los estados de la República, y que además, las mujeres menores de edad tengan acceso a este servicio sin la autorización de los padres.
No podemos dejar tampoco la pelea contra las modificaciones a la ley Federal del Trabajo, que empeora las condiciones de las mujeres, especialmente en lo que a seguridad social se refiere.
Y debemos reivindicar también a nuestras compañeras que trabajan en el hogar sin ningún tipo de reconocimiento social, y por supuesto, sin remuneración económica, sin derechos laborales y sin seguridad social.
¿Qué hacer?
Es momento de recurrir a los métodos de lucha de la clase trabajadora, a las asambleas y movilizaciones en las calles y espacios públicos, dejando claro que las mujeres no pertenecemos más a la esfera de lo privado. Pero no lo lograremos solas, debemos ir hacia los otros movimientos que buscan resistir y combatir a un gobierno que sólo ve por sus propios intereses y los de sus aliados empresarios.
Sólo la organización, la movilización y la unión de los diferentes frentes de resistencia, nos permitirán apuntarnos triunfos; pero no podemos depositar confianza en ningún político o institución pública, de ningún partido, porque ha quedado demostrado que todos en mayor o menor medida sirven a intereses que no son los nuestros, los de las mujeres de la clase trabajadora, las que somos asesinadas, perseguidas y hostigadas.
Hoy salimos a declarar que no permitiremos que nos sigan violentando y que estamos dispuestas a salir a las calles hasta lograr que las mujeres puedan salir de casa sin el temor a no regresar.
Por nuestras hermanas asesinadas, por los familiares de las mujeres víctimas de feminicidio y por las luchadoras sociales perseguidas, hoy gritamos BASTA
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