América del Valle en entrevista con La JornadaFoto Francisco Olvera
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Domingo 18 de julio de 2010, p. 2
Este sábado a las 11 de la mañana, con una gorra prestada calada hasta las cejas y a bordo de un vehículo oficial de la embajada de Venezuela que conducía el consejero José Romero, América del Valle abandonó la misión diplomática, donde se refugió hace más de cuatro semanas, y se trasladó al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro.
El plan inicial de convocar a la prensa para informar sobre su salida a las puertas de la embajada este domingo y anunciar ahí mismo el retorno de América a San Salvador Atenco, acordado con el embajador Trino Alcides, fue abortado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, que dispuso adelantar el proceso y evitar la cobertura mediática. El viernes 16, por presión del director general para América Latina y el Caribe, José Ignacio Piña, miembros de la misión venezolana exigieron que América saliera de la sede diplomática a la brevedad posible.
Así, después de hacerle firmar un documento, la joven pedagoga –que tuvo durante los últimos años cinco órdenes de aprehensión pendientes– llegó a la sede del Centro Prodh, donde la esperaban sus padres, Ignacio y Trinidad del Valle, así como hermanos, tíos, primos y amigos cercanos.
El pequeño grupo, al que se sumaron sus abogados, algunos activistas del Centro Prodh, de Servicios y Asesoría para la Paz, celebraron así el fin de una larga batalla jurídica contra el estado de México de la que, aseguran, salieron victoriosos.
En todo este proceso hemos dado muchas volteretas. Vivimos días en que parecíamos pepitas en comal. Pero al final logramos el objetivo que era la libertad de todos. Y como dice mi papá: esta victoria es el inicio de más trabajo.
Asomada a una ventana sobre la calle Serapio Rendón, una América eufórica observa la calle, la tienda de la esquina, el trajín de los vecinos. Aspira el olor de la tortillería de la planta baja y finalmente se percata de que es libre de ir a donde quiera.
El peligro de perder la libertad por una injusticia
El pasado 24 de junio abandonó los escondites de los años previos y se presentó a la embajada venezolana a pedir asilo político. Apenas ahora puede explayarse sobre esa decisión. “Es que de verdad corría peligro. Peligro de ser apresada y juzgada en un proceso amañado, sentenciada hasta a 112 años, como a mi papá, por un delito que no cometí, la famosa figura del secuestro equiparado que se inventó la procuraduría del estado de México como un escarmiento por la lucha de San Salvador Atenco.
“En la medida en la que se aproximaba el día de la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre las sentencias dictadas contra los 12 presos políticos (en una sesión fijada para el 30 de junio) más temía, por los antecedentes: los casos de Oaxaca, de los niños quemados en la guardería ABC de Hermosillo, el mismo Atenco, el caso Lydia Cacho, en los que la Corte reconoció que hubo violaciones a las garantías del ser humano, pero al mismo tiempo protegía la impunidad de los responsables.
“Todos esos carpetazos me hicieron pensar en lo que iba a venir: una decisión en la que prevaleciera la razón de Estado por encima de la justicia. En el mejor de los casos me esperaba alguna decisión leguleya en la que liberaran a los presos de Molino de Flores, pero retuvieran a los tres del Altiplano, o por lo menos a mi padre (Ignacio del Valle). Esa fue mi lectura del momento, si quieres limitada por mi aislamiento, porque no había con quien discutir, con quien intercambiar análisis, información.
Pero también pesó mucho que yo había llegado a mi límite. No estaba en la cárcel, pero sí viviendo de alguna manera el encierro. No podía más, de verdad. Sentí que mis opciones eran: entregarme a la procuraduría y enfrentar un juicio sesgado o pedir asilo político. La cárcel no era opción. Seguir escapando tampoco.
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