domingo, 6 de febrero de 2011

La calle


La calle

Luis Javier Garrido


Las movilizaciones populares en los países árabes del norte de África y del Medio Oriente están teniendo también un impacto en América Latina, especialmente en países que como México tienen gobiernos que poco pueden envidiar a los de aquellas latitudes, en particular porque en el último mes los medios de la derecha han sostenido la tesis de que la calle –es decir, las movilizaciones populares– constituye una vía para el cambio.

1. La insurgencia cívica en varias regiones del Magreb –que se inició en Túnez en la segunda mitad de diciembre de 2010, donde una verdadero levantamiento civil terminó con el gobierno del presidente Ben Alí el 14 de enero; prosiguieron en Egipto en los días siguientes, donde la revuelta popular exige la renuncia del presidente Hosni Mubarak, y hay signos de que las movilizaciones podrían extenderse a otros países– ha suscitado un frenesí en Washington, ya que el gobierno de Barack H. Obama está buscando montarse sobre el descontento popular existente en varios países del mundo árabe, curiosamente apoyados todos ellos por la Casa Blanca, con la intención de obtener un mayor control de sus recursos estratégicos, y en particular del petróleo.

2. El gobierno de Obama ha intensificado desde principios de año en los medios una campaña en la que busca sostener la tesis aberrante de que todos esos países tienen gobiernos inaceptables por sus rasgos islámicos y de que es necesario que transiten hacia la democracia, buscando ocultar que su pretensión está fundada no en el autoritarismo que marca a dichos regímenes sino en los rasgos nacionalistas que tienen y en los obstáculos que ponen a las grandes multinacionales en materia petrolera.

3. El intervencionismo estadunidense no ha tenido límites, pero lo que sorprende en verdad es la tesis sostenida desde entonces y que enunció en varias ocasiones Hillary Clinton, la secretaria de Estado, asentando que por los rasgos autoritarios de dichos regímenes, el cambio está en la calle.

4. La afirmación es sorprendente pues podría aplicarse a otros países, y en particular a México, donde las elecciones constitucionales no están siendo ya la vía para conducir al cambio porque los retrocesos que se han producido en materia institucional son tales que obstaculizan por todos los medios los procesos electorales y no parecen dejar a los mexicanos otra alternativa que la de la calle, como lo demuestran los hechos que tanto han desdeñado los miembros de la oligarquía en el poder.

5. El gobierno del PAN tiene hoy en día el control del órgano supuestamente autónomo encargado de organizar y vigilar los procesos electorales (el IFE); ha subordinado por completo a los intereses que representa el órgano jurisdiccional responsable de calificarlas (el tribunal electoral); las candidaturas ciudadanas no son permitidas; las campañas están marcadas por un derroche multimillonario que sólo favorece a los grandes intereses; los medios masivos, y en particular las televisoras, intervienen impunemente en los procesos electorales, buscando manipular a la gente, y el Ejecutivo, que es impune y puede utilizar ilegalmente los recursos públicos y orquestar cualquier fraude electoral, tiene además las manos metidas en varios partidos, incluyendo al PRD, que se constituyó en 1989 para ser una alternativa de izquierda y hoy se halla bajo el control de una clique de políticos corruptos de derecha subordinados a él, con la única finalidad precisamente de cerrarle la vía a una alternativa de izquierda, la que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

6. La televisión mexicana es extraordinaria en ese sentido al presentar lo que pasa en el mundo y en México, Televisa y Tv Azteca señalan –lo que es cierto– que paramilitares o halcones de Mubarak reprimen en la plaza Tahrir de El Cairo a los manifestantes, pero ocultan que en en este país los paramilitares son los responsables de muchas de las peores matanzas de jóvenes y de migrantes de los últimos meses, que han hecho según la lógica de la derecha en el poder, por motivos aleccionadores. Destacan, siguiendo los lineamientos de información del Departamento de Estado, cualquiera de las manifestaciones actuales en el Magreb, pero aquí ocultan la mayor parte de las demostraciones de protesta, como hicieron con la marcha de decenas de miles de trabajadores del martes primero, dedicándose a calumniar a los electricistas y a su dirigente Martín Esparza, a los que denostan como vándalos cuando no hacen más que defender sus derechos ante las tropelías del gobierno calderonista. Como lo hizo Hillary Clinton al estallar el descontento en Túnez, sostienen que el cambio democrático está en la calle (pero tratándose del norte de África y Medio Oriente), porque en México tomar la calle, dicen, es antidemocrático, aunque aquí se hayan estado violando de manera sistemática los derechos constitucionales de un pueblo en los últimos años o se haya instaurado por la fuerza tras el fraude de 2006 un gobierno espurio.

7. Las movilizaciones públicas (manifestaciones, marchas, plantones) han sido sistemáticamente descalificadas por los gobernantes mexicanos y por los medios, que ahora encomian lo que acontece en Túnez y en Egipto, y alientan lo que se inicia en otros países árabes. Desde Gustavo Díaz Ordaz, que en 1968 calificó al movimiento estudiantil y popular como una algarada sin importancia, hasta los locutores de Milenio Televisión, que desde que salieron al aire no han dejado de descalificar las manifestaciones ciudadanas, hechas en ejercicio de derechos constitucionales, como mitotes, los voceros de la derecha mexicana han confiado para mantener sus privilegios en la fuerza material del Ejército para reprimir y en el poderío de radio y tv para ocultar la verdad, engañar y confundir, pretendiendo ignorar que todo tiene un límite y que la calle sí puede hacer caer un gobierno.

8. Los pueblos en general ignoran su fuerza porque han sido penetrados por la ideología de la derecha en el poder, que ha insistido a lo largo de las últimas décadas en que no hay más vía para el cambio que la electoral, por más que ésta no pueda ser alternativa en países no democráticos como México, donde las instituciones electorales y los partidos estén en manos de la derecha y en última instancia el gobierno puede orquestar impunemente todos los fraudes. Los acontecimientos del Magreb, alentados por Washington en su avidez de tener el petróleo de esos países sin tantas restricciones, pueden no obstante conducir también a un desastre para el modelo neoliberal. El gobierno de Israel le advirtió ya a Obama el día 2 que el proceso desencadenado podría desembocar en la llegada de un gobierno islámico a Egipto parecido al de Irán (en vez del pro israelita de Mubarak).

9. La demagogia del gobierno de Obama sobre la calle, y la forma en que ha estado el gobierno estadunidense montándose sobre el descontento y alentando las manifestaciones en el Islam con la intención de imponer en esos países gobiernos locales no menos represores pero sí más entreguistas, está ya siendo frenada pues corre el riesgo de volverse en contra de sus intereses, y es evidente que se busca, en Túnez como en Egipto, que las presiones y negociaciones a nivel cupular sustituyan a las movilizaciones a fin de que, una vez más, se le confisquen a esos pueblos sus derechos y lo único que se logre sea precisamente lo contrario de lo que ellos quieren, pero el escenario es crítico porque hay fuerzas políticas impredecibles, como el Islam y el ejército.

10. En México, en tanto, donde las instituciones del Estado han sido convertidas en los últimos 25 años por los tecnócratas priístas y los yuppies del PAN en un aparato de simulación al servicio de las trasnacionales, y los procesos electorales adquieren cada vez más los rasgos de una farsa, en la que al pueblo se le quiere dar el papel de comparsa porque, vote como vote, no le permiten cambiar nada, la calle, sin embargo, está adquiriendo una nueva dimensión, pues no se está dejando a los mexicanos otra alternativa que la de las movilizaciones.

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