domingo, 27 de febrero de 2011

Presentación de la novela "Homónimo:Treinta Minutos por Segundo para Mirarte y No Entender"


Se Invita al cordialmente publico usuario de su propio intelecto a la presentación de la novela Homónimo: Treinta Minutos por Segundo para Mirarte y No Entender del escritor Nazario Soto, que se llevará a cabo en la Feria del Libro de Ocación en la calle de Tacuba #15 Centro Histórico, el día Domingo 27 de Febrero de 2011 a las 3 pm

Escritores, expresad en todo momento vuestra colera contra las iniquidades :insultad al Poder...Pintores, reanimad con vuestro talento y vuestro corazón el recuerdo de las grandes revoluciones...Poetas y mùsicos , ¡lanzad las estrofas vibrantes que despierten en el alma de los humides la incomformidad con su servidumbre , y que en las horas tan frecuentes del desaliento renueven el ardor de los fuertes!

Fernand Pelloutier

Homónimo

(treinta minutos por segundo para mirarte y no entender)

Novela escrita por Nazario Soto

¿Qué clase de novelista merece una sociedad en la que se deja que se mutile, impune y cínicamente, hasta la muerte a sus mujeres?

Una narración que en brevísimos capítulos y con dolorosa obscenidad transpira la vergüenza de existir en un entorno envilecido por un Estado asesino.

Un lenguaje que combina libremente los recursos poéticos más radicales con la descripción metanaturalista ―al modo que quería J. K. Huysmans― más perversa y enfermiza.

La historia: un asesino a sueldo dice “Basta. Yo no mato mujeres cabrones”. Un triángulo amoroso interrumpido por la brujería. Una hermosa prostituta que se rebela contra la máquina tritura-hembras. El loco amor que todo cura para luego trastornarlo hasta la cruel putrefacción. Una obsesión morbosa por penetrar en la psique enardecida de la bestia humana.

¿A quién denuncia esta novela grotesca que ha sido rechazada por varias editoriales mexicanas por muchas razones (entre ellas su alto grado de violencia verbal)? A esos asquerosos cobardes que amparados por el poder econòmico y polìtico perpetran estos horrible crìmenes.

Juan Carlos Castrillòn

Capítulo sesenta y uno

El hermoso cuerpo de la mujer quedó reducido a un pegosteoso revoltijo de piel y pelos embadurnado por todo el cuarto. Todo parece indicar que esta muchacha también fue degollada. Es difícil establecer una edad sólo por los restos, tal vez de 12 a 15 años. Sobre lo que queda de su rostro corren regueros obscuros que salen de la nariz, del ojo izquierdo y, sobre todo, de algo que debe

ser la boca, abierta y torcida, con uno de los blanquísimos dientes manchado de sangre. El ojo derecho del cadáver está abierto y en blanco.

Además del rostro, el otro lugar del cuerpo donde también se ensañaron especialmente es el vientre, éste no es más que una enorme herida desorbitada sobre la infame superficie de la sábana. Otro detalle es que las piernas están abiertas, chorreantes, degradadas, frente al único espejo en el espacio no ensangrentado de la habitación. Las ventanas igualmente abiertas, para que toda la ciudad, nuestra verdadera madre prostituta, contemple entontecida desde afuera los efectos malhumanos de la saña, aplicada en sobredosis, sobre el cuerpo indefenso de una más, otra de sus hijastras anónimas.

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