"Nueva" Reforma Energética - por Claudia Sheinbaum
La Nueva Reforma Energética – por Claudia Sheinbaum
La Nueva Reforma Energética – por Claudia Sheinbaum
18 de Marzo de 2013
El gobierno de Peña Nieto está decidido a avanzar hacia una “nueva” reforma energética. El anuncio que hizo desde la campaña presidencial, lo signado en el llamado Pacto por México y el reciente cambio en los estatutos del PRI, auguran un nuevo proceso para intentar la privatización de la industria petrolera nacional y la riqueza que genera, que parece se hará a través de leyes secundarias que serán presentadas al Congreso de la Unión después del primer periodo de sesiones del presente año.
Es importante recordar que en el año 2008 se presentó una reforma energética por parte de Calderón, que no tuvo el alcance esperado gracias a una importante lucha por la defensa del petróleo. La intensión en aquel año, era la de permitir la inversión privada en explotación, refinación y transporte de hidrocarburos. Finalmente lograron a través de las leyes secundarias un régimen de contratación especial de Pemex para la explotación de petróleo y gas, a pesar de ser inconstitucional, aunque con sus limitaciones. La movilización evitó la privatización en las actividades de refinación y transporte y que pudiesen avanzar más en los contratos de producción de crudo.
Claramente la Constitución en sus artículos 27 y 28 establece que corresponde a la nación el dominio directo del petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos; que el dominio de la nación es inalienable e imprescriptible; y que tratándose de esos minerales no se otorgarán concesiones ni contratos, y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la ley reglamentaria respectiva (Art. 27). Precisa que el petróleo y los demás hidrocarburos así como la petroquímica básica son funciones que el Estado ejercerá de manera exclusiva por ser áreas estratégicas, y que para ejercer esa facultad de manera eficaz contará con los organismos y empresas que requiera (Art. 28).
Aun con el avance privatizador de la reforma del 2008, se establecieron en las nuevas leyes, controles para la contratación de la extracción de petróleo, entre otros, que Pemex no puede asociarse con empresas privadas y que los contratos de explotación que establezca no podrán estar pactados sobre la base del petróleo extraído. Aun cuando esto es explícito en la Ley de Pemex, en los últimos dos años se celebraron contratos con empresas privadas para la extracción de petróleo, generando asociaciones y pagando con base en la cantidad extraída de petróleo. Esto derivó en diversas controversias constitucionales presentadas por la Cámara de Diputados y presidentes municipales, que en todos los casos fueron rechazadas por la Suprema Corte, arguyendo la no competencia de los demandantes, sin discutir ni siquiera el fondo del asunto.
La “nueva” reforma que está en puerta, tiene el objetivo de avanzar en los temas en donde no pudieron en el 2008 e intervenir en otros que no fueron planteados entonces. El objetivo al final, es permitir la inversión privada en las diferentes partes de la cadena de la industria petrolera nacional para transferir parte de la riqueza generada a las grandes empresas transnacionales.
La “nueva” reforma pretende: a) generar condiciones para que Pemex avance aún más en la contratación de empresas privadas para la explotación de crudo y gas natural; b) permitir la inversión privada en refinación y transporte de petrolíferos y c) abrir un régimen especial para la explotación del llamado gas y petróleo no convencional (denominado también gas y petróleo de lutita o de esquisto o por su nombre en inglés shale gas y shale oil). Tal parece que nuevamente lo intentarán a través de leyes secundarias que violan flagrantemente la Constitución, pero que con la colusión de la Suprema Corte, les permitirían avanzar en este régimen de ilegalidad que impera en nuestro país.
Vale la pena comentar sobre el shale gas y el shale oil. En los últimos años, la tecnología de pozos horizontales y el multi-fracturamiento hidráulico han hecho posible, técnica y económicamente, extraer gas de rocas de baja permeabilidad como lutitas, areniscas compactas, esquistos y pizarras, denominado genéricamente shale gas. El desarrollo más espectacular se observa en los Estados Unidos, donde el aumento de la producción de este recurso no convencional ha llegado a representar el 35% de su consumo total de gas natural. Esta nueva oferta ha deprimido el precio del gas natural hasta desligarlo del precio del petróleo crudo. Por esta razón y buscando mayor ganancia, las empresas productoras se orientan a buscar y explotar yacimientos de gas con abundante contenido de aceite (shale oil).
En México el gas de lutita se localizan en el noreste del país en la porción terrestre del Golfo de México, en los contrafuertes de la Sierra Madre Oriental, coincidiendo con zonas de hidrocarburos convencionales. Se han identificado regiones geológicas que se ubican en los estados de Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Veracruz. En la actualidad Pemex concentra el esfuerzo en identificar y mejorar la estimación del potencial.
El Departamento de Energía de los EU dio a conocer hace un par de años que México era el cuarto país más importante, con recursos técnicamente recuperables de 681 Tera pies cúbicos (Tpc) de gas shale. Pemex es más precavido. Estima que el potencial de hidrocarburos no convencionales alcanza 60 mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente (bpce), de los cuales el 48% es shale gas y el 52% es shale oil. El componente de gas alcanza 145 Tcf, de los cuales 92 Tcf es gas húmedo y 53 Tcf es gas seco. El componente de aceite (shale oil) alcanza 31 mil millones de barriles y se localiza esencialmente en la provincia de Tampico-Misantla. Dentro de la categoría recursos prospectivos totales, el shale gas (52.6%) duplica en importancia al de aguas profundas.
Son estimaciones preliminares, nadie sabe con certeza razonable la cantidad de hidrocarburos no convencionales que existe en el país. La exploración apenas comienza. Lo cierto es que la explotación del shale gas y de shale oil en México es un negocio muy atractivo para las empresas transnacionales.
Es prudente señalar también, que los impactos ambientales y riesgos asociados a la explotación de estos hidrocarburos no convencionales son enormes. No solamente por la inmensa cantidad de agua que se requiere para su explotación sino por diversos impactos que llegan hasta la promoción de sismos en los sitios cercanos a su explotación.
¿Por qué nos oponemos a esta nueva reforma energética?
El petróleo y el gas son recursos naturales de altísimo valor. No es casual que la Constitución Mexicana reserve a la Nación su dominio y prohíba la celebración de contratos para la extracción. La ganancia o renta generada por la explotación de los hidrocarburos, pero particularmente del petróleo, representa para México, cerca del 35% de los ingresos del presupuesto federal. Transferir parte de la renta petrolera a empresas transnacionales es un sinsentido.
La refinación y la petroquímica le dan al petróleo su posibilidad de uso, pues el petróleo no puede consumirse en su estado primario, requiere refinarse para convertirlo en productos útiles como la gasolina o el diésel o en petroquímicos que son la base de la industria química mundial.
Suponer que el único valor del petróleo está en su venta como crudo, es un gran error. La gran mayoría de las empresas petroleras transnacionales mantienen la cadena de valor completa, pues la venta de productos petrolíferos les genera un inmenso valor agregado, indispensable para su consumo.
La refinación y la petroquímica le dan al petróleo su posibilidad de uso, pues el petróleo no puede consumirse en su estado primario, requiere refinarse para convertirlo en productos útiles como la gasolina o el diésel o en petroquímicos que son la base de la industria química mundial.
Suponer que el único valor del petróleo está en su venta como crudo, es un gran error. La gran mayoría de las empresas petroleras transnacionales mantienen la cadena de valor completa, pues la venta de productos petrolíferos les genera un inmenso valor agregado, indispensable para su consumo.
En Pemex se ha generado una absurda división administrativa artificial entre la producción de crudo y la refinación. Bajo este régimen, la subsidiaria de Pemex encargada de la producción de crudo (PEP) vende el crudo a su valor en el mercado de Texas, a la subsidiaria de Pemex encargada de la refinación (PR) y Pemex refinación no puede obtener ganancias, pues el precio al que vende la gasolina, por estar controlado, puede ser menor al de la materia prima. Este absurdo, que no ocurre en ninguna empresa transnacional, es con el que se genera el argumento de que “la refinación no es negocio”.
Con esta absurdo “sustento” y a pesar de que la demanda de gasolina y diésel en México ha crecido a tasas anuales sumamente altas, la capacidad de refinación se ha mantenido constante, provocando que el 40% del consumo de estos petrolíferos sea importado. México debe refinar su crudo y Pemex es la entidad del estado mexicano encargada de hacerlo.
México tiene capacidad técnica suficiente para afrontar los retos derivados de la extracción y procesamiento de los hidrocarburos.
México tiene capacidad técnica suficiente para afrontar los retos derivados de la extracción y procesamiento de los hidrocarburos.
La industria petroquímica nacional ha seguido un camino similar al de la refinación y bajo diferentes esquemas pretenden privatizarla aún más, renunciando al valor agregado que genera y teniendo que importar productos que pueden ser producidos en México.
La privatización de las actividades de extracción, la refinación, petroquímica y transporte, eleva los cotos de producción. Es falso que los disminuya. La privatización de la generación de la electricidad en nuestra es la mejor muestra de ello.
Aun cuando las actividades petroleras formalmente representan cerca del 7% del PIB, los derivados del petróleo y el gas natural hacen funcionar el 80% de las actividades productivas y no productivas del país. Sin hidrocarburos no funcionaría el 70% de las plantas eléctricas del país, el 100% del transporte de carga y pasajeros y el 90% de las cocinas de nuestros hogares. El petróleo no es cualquier bien. Es un recurso natural de enorme influencia en la economía nacional y nuestra vida cotidiana.
El mundo depende en un 33% del petróleo y en un 22% del gas natural. Esto hace que estos recursos tengan un valor tan importante a nivel internacional. Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo en el mundo. Su consumo alcanzó en 2012, los casi 19 millones de barriles de petróleo diarios, cerca del 20% del consumo mundial. El 45% de la demanda de petróleo de Estados Unidos se cubre con importaciones. He ahí la principal explicación de su necesidad de controlar el medio oriente, principal región productora de petróleo en el mundo.
El que el petróleo y el gas natural sean de la nación y la industria petrolera esté en manos de entidades del Estado mexicano, le da al país soberanía. Permitir nuevamente la entrada de empresas transnacionales en la explotación de petróleo coloca al país en una enorme vulnerabilidad frente a intereses ajenos a la Nación. Parece que olvidamos la historia. El general Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera, entre otras razones, por la estratégica defensa de la soberanía nacional.
El shale gas y el shale oil son hidrocarburos regulados por la Constitución. Son parte del contenido de los artículos 27 y 28 constitucionales. Además su explotación debe evaluarse en función de sus impactos ambientales en el corto y largo plazo. Las cantidades de agua necesarias para la extracción de estos hidrocarburos, en regiones de escasez del vital líquido es una estrategia irracional.
El petróleo y el gas natural son recursos no renovables. Esto significa que son recursos finitos que deben protegerse. Es absurdo proponer una política energética sólo basada en una mayor extracción de hidrocarburos. La riqueza que generan estos hidrocarburos deben permitir a México una transición energética hacia otras fuentes de energía, particularmente las renovables, que brinden al país, soberanía, seguridad y menores impactos ambientales.
El petróleo y el gas natural generan impactos ambientales locales y son fuentes de energía fósil, principal promotor del cambio climático global. Una política energética mexicana sustentable debe promover la eficiencia energética y el uso de fuentes renovables de energía, esto implica disminuir la demanda de los productos petrolíferos sin comprometer el crecimiento y el bienestar de los mexicanos, es decir, generando una transición energética que brinde seguridad a los mexicanos en todos sentidos.
Por un futuro soberano y sustentable, el petróleo, su riqueza y la industria petrolera deben seguir siendo propiedad de la Nación.
Fuente: http://morenadf.mx/sitio/
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