lunes, 6 de agosto de 2012

América Latina: la derecha aprieta el paso - José Steinsleger / I II y última‏


América Latina: la derecha aprieta el paso José Steinsleger/ I

En medio de las tensas expectativas suscitadas en vísperas de los comicios presidenciales de México (donde no hay clima para que los candidatos punteros ganen o pierdan por la mínima diferencia), el golpe de Estado de Paraguay volvió a mostrar que las derechas tienen ideas muy raras acerca de los gobiernos democráticamente elegidos y que pacíficamente buscan cambios verdaderos.

La farsa leguleya que enjuició al presidente Fernando Lugo guarda similitud con los golpes perpetrados en Haití y Honduras (2004/2009), los fallidos intentos en Venezuela y Ecuador (2002/2010), las maniobras desestabilizadoras en Argentina y Bolivia (2008) y la dudosa diferencia de votos (0.56 por ciento) que en 2006 arrebató el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.

En el reparto de actores hubo estrellas y estrellitas: los presidentes George W. Bush y Barack Obama (Nobel de la Paz 2009), y las secretarias de Estado Condoleezza Rice y Hillary Clinton. Y como furgón de cola, las desde siempre unidas derechas de América Latina que sintonizan con la pedagogía imperialista del también Nobel de la Paz y presidente, Woodrow Wilson: I’m going to teach the South American republics to elect good men (1913).

¿No fue el ex obispo de los pobres del Paraguay un perfecto y manso good man elegido, que durante su gestión hizo concesión tras concesión a las mafias políticas, militares y económicas que dominan el país sudamericano? Sacerdote, sociólogo, teólogo de una liberación social que optó por un camino distinto al del cura guerrillero Camilo Torres, Fernando Lugo colgó los hábitos en 2006, y dos años después ganó las elecciones en una de las naciones más sufridas y paupérrimas del continente.

En su desesperanzada (¿previsible?) actitud de aceptar con resignación el falaz dictamen parlamentario, el líder de los movimientos sociales y campesinos de Paraguay se diferenció de los gallardos presidentes Jean Bertrand Aristide y Manuel Zelaya, a quienes los marines madrugaron y expatriaron de Haití y Honduras a punta de fusil.

En cambio, como buen cristiano, Lugo ofreció la otra mejilla y dejó al pueblo colgado. No bien supo que los terratenientes y narcos del Congreso debatían el más que anunciado y denunciado juicio político que venía planificándose desde 2009 en la embajada de Washington en Asunción, se encerró en el despacho presidencial y desde allí siguió el sainete político por televisión.

Así lo encontraron los cancilleres Héctor Timerman (Argentina), Antonio Patriota (Brasil) y Alí Rodríguez (Venezuela, quien preside pro tempore la Unión de Naciones del Sur, Unasur). Solo y sin papeles sobre el escritorio, contó el argentino. Fue muy triste, agregó (Página 12, Buenos Aires, 24/6/12).

En tanto, en Bolivia, grupos de bajo rango integrados por suboficiales, sargentos y policías agremiados que exigían aumento de salario (negado a las pocas horas de haber sido pactado) se amotinaron con sus familias en las principales ciudades del país (La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí, Sucre, Tarija, Trinidad), ocupando por la fuerza las oficinas de los comandos departamentales.

En la calle Colón de La Paz, los alzados quemaron las instalaciones del departamento de Seguridad General de inteligencia. El presidente Evo Morales denunció la existencia de un plan para dar un golpe de Estado: “Las fuerzas armadas –dijo– no van a salir a las calles. ¿Qué están buscando? La derecha está buscando muertos y no vamos a prestarnos al juego…”

Por su lado, el máximo dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, Roberto Coraite, informó que este sector se declaró en vigilia y aseguró que no permitirá un intento de golpe al gobierno del presidente Evo Morales.

Simultáneamente, en Buenos Aires, el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, rompió su alianza con los Kirchner y equiparó el gobierno de Cristina Fernández a una dictadura militar (sic).

Haciendo gala de una fuerza desproporcionada para dirimir sus diferencias con el oficialismo, Moyano dispuso la huelga general del sector transporte, bloqueando refinerías y afectando los servicios básicos de toda la población.

Cuando los sindicatos más importantes de la CGT no avalaron el paro, el camionero Moyano metió reversa, y convocó a una manifestación masiva en Plaza de Mayo. Propuesta que rápidamente mereció el apoyo del jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires, el ultraderechista Mauricio Macri, y de las clases pudientes que en días pasados salieron con cacerolas a las calles para exigir su derecho a comprar dólares.

Así como el golpe contra Zelaya frustró la incorporación del país centroamericano a la Alianza Bolivariana de las Américas (Alba), el golpe contra Lugo fue directo al corazón del Mercosur y los países de la Unasur, Brasil en particular.

Las crisis referidas no son casuales. El 6 de junio pasado, los gobiernos derechistas del continente constituyeron la llamada Alianza del Pacífico, bloque comercial conformado por los gobiernos que promueven el libre mercado: México, Panamá, Colombia, Perú y Chile.

América Latina: la derecha aprieta el paso José Steinsleger /II y última

En poco más de tres semanas, los enemigos de América Latina cerraron el primer semestre del año en curso: constitución de la Alianza del Pacífico (dirigida contra Brasil y los países de la Alba y Mercosur, 6 de junio); homenaje de la ultraderecha a Augusto Pinochet (Valparaíso, 10); golpe de Estado en Paraguay (22); conjuras destituyentes en Bolivia (24) y Argentina (27), y triunfo del PRI en los comicios presidenciales de México (1º de julio).

Los golpes derechistas en Honduras y Paraguay representaron sendos reveses para los proyectos de integración y cooperación en América Central y del Sur. Frente a ellos, los gobiernos de Nicaragua, Bolivia y Ecuador (ni se diga Venezuela) han puesto sus barbas en remojo.

En carta fechada con membrete de la presidencia (14 de noviembre de 2009), el derrocado presidente de Honduras (28/6/09) Manuel Zelaya se dirigió a Obama, diciendo que en la Cumbre de Trinidad Tobago, “Usted manifestó: ‘Que dejáramos de acusar a Estados Unidos por lo que hizo en el pasado en el continente y que viéramos hacia el futuro’”.

Aclara: El futuro que hoy nos muestran al alterar su posición en el caso de Honduras y favorecer la intervención abusiva de las castas militares en la vida cívica de nuestros países en el siglo XXI no es más que el ocaso de la libertad y un desprecio a la dignidad humana, en una nueva guerra contra los procesos de reformas sociales y democráticas tan necesarios en Honduras.

Sin embargo, no todo fue negativo. En Asunción, el golpe leguleyo solapado por Washington permitió el ingreso de Venezuela al Mercosur (bloqueado por el Congreso narcomafioso de Paraguay); Ecuador retiró a los militares que estudiaban en el Instituto del Hemisferio Occidental para Cooperación en Seguridad (ex Escuela de las Américas); la Alba expulsó a la golpista Usaid de sus países, y en México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) impugnó el triunfo de Enrique Peña Nieto, favorito de la Casa Negra, el Pentágono, el duopolio Televisa-Tv Azteca y la plutocracia nativa.

Detengámonos en nuestro país, donde, más allá del amargo desenlace que para millones representó la derrota de AMLO, la histórica participación (62 por ciento) cuestionó el supuesto de que en política los mexicanos son apáticos. Sólo que, en esta participación, 66 por ciento le dio el voto a los partidos derechistas.

En cuanto a calidad, conciencia y voto razonado, los sufragios cosechados por AMLO también fueron históricos. No son pocos 16 millones de votos en favor de un líder popular honesto y probado, que en términos comparativos realizó la campaña sin un centavo, con precaria organización, y contra el bombardeo mediático de las fuerzas del mal desde mucho antes del fraude de 2006.

¿Qué falló y seguirá fallando, si no se corrigen ciertas percepciones? Me parece que la tarea pedagógica (llamémosla así) impulsada por las fuerzas de AMLO cometió el grueso error de subestimar u omitir (por negligencia, táctica o mero desconocimiento) el rol estratégico de México en los reacomodos de recolonización imperialista mundial.

En el segundo debate incluso (al tratarse el apartado política internacional) resultó desesperante oír al moderador recordando una y otra vez a los candidatos, el asunto a debatir. Era lógico que Peña Nieto o Vázquez Mota callaran. ¿Pero le era complicado a López Obrador recordar que desde 1994, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en calidad de nación subordinada, los pueblos de México vienen hundiéndose sin sus aliados históricos (y naturales) de América Latina?

De los miles de metros cúbicos de comentarios y artículos, rescato un breve artículo publicado por el periodista Miguel Ángel Ferrer antes de las elecciones. Con mirada de águila, Ferrer otea pasado y futuro, recordando entretelones del asesinato de Álvaro Obregón (1928) y Luis Donaldo Colosio (1994):

“Desaparecido Colosio Murrieta –dice–, se designó un nuevo candidato. Es decir, se designó un nuevo presidente. Y todo siguió como siempre, desde 1920. Casi un siglo de una práctica que con diferentes nombres (revolución, democracia dirigida, el fiel de la balanza, dictadura perfecta, alternancia) permanece hasta ahora inmutable” (Una práctica casi centenaria, El Sol de México, 29/6, destacado al día siguiente en la importante página web de España Rebelión).

Sigue: “Todo, también hasta ahora, ha fracasado para cambiar esa fórmula de relevo en el poder… ¿Cambiarán las cosas en este 2012? ¿Desaparecerá la fórmula hasta ahora invariable y exitosa?”

Hace un par de años, Ferrer me comentó algo que quizás aprendió de Marco Aurelio, Maquiavelo, o en su propia experiencia profesional. Palabras más, palabras menos, observó: en política, el poder no se entrega ni se delega.

Miguel Ángel cierra el texto apuntando: Para atisbar el futuro, el fundador del Partido Acción Nacional, el sabio reaccionario Manuel Gómez Morín, solía utilizar una acertada expresión que hoy resulta imposible no recordar: para que no haya desilusionados, no debe haber ilusos.

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